lunes, 24 de octubre de 2011

Cambio de cuerito asistido por ordenador




(carbonilla sobre papel, 20x30 cm)

Cansada de esperar al plomero decidí tomar cartas en el asunto. Como es mi costumbre y ante la ausencia de alguna persona que pudiera asesorarme, recurrí a Internet. Escribí en el buscador “como cambiar el cuerito de una canilla”. Apareció una larga lista de videos publicados. El primero que encontré se titulaba “Actividad: cambio de cueritos”. No comprendo cómo se les ocurrió musicalizarlo con el tema Ojalá, de Silvio Rodríguez. Igual fue divertido, sobre todo el final, cuando unas cuantas personas celebraban felices la actividad satisfactoriamente resuelta. Accedí a algunos videos más, hasta que di con el adecuado, según mi apreciación. Empezó bien, con la lista de las herramientas necesarias. Empecé mal, no encontré ninguna de esas en la caja -llena de cosas inútiles, por lo visto- . Pero me imaginé que una pinza y un par de destornilladores podrían servir. Prosiguió bien, enumerando las piezas de una canilla. Proseguí mal, la de mi baño no se parecía en absoluto. Pero le puse voluntad. Había una tapita que retirar. La tapita no salía. Yo había conversado con un plomero en la ferretería. Quiso explicarme, pero, para variar, me perdí casi ni bien comenzó. Lo único que recuerdo es que la rosca podría estar atascada con sarro, y el vinagre era una eficaz solución. Eché vinagre y, efectivamente, la tapita cedió. Un tornillo que quitar. Eso anduvo perfecto. Después sacar la manija. Me costó pero pude. De ahí en más todo fue una gran confusión. Había algo denominado vástago y adentro estaba el preciado cuerito. No hubo caso. Jamás lo encontré. El video, como siempre, tardaba un montón en cargar y yo ya estaba fastidiada de correr del baño a la computadora. Entonces decidí armar todo de nuevo como estaba y esperar al plomero. Abrí la llave de paso y probé la canilla. La abría y salía agua. La cerraba y dejaba de salir, tampoco goteaba. Una maravilla. Todavía me dura la alegría. Son buenísimos estos videos, impresionante todo lo que se aprende. Ahora sé de la existencia del “cierre cerámico”. Ni pienso preguntar qué hago con el cuerito que compré.

martes, 13 de septiembre de 2011

Perdido




Busqué en Google. Consulté la Wikipedia. Pregunté a los muñequitos del Messenger, ni siquiera estaba tu perfil. Ni Facebook ni Twitter publicaron noticias tuyas. Examiné el escritorio, ícono por ícono. Hasta di vuelta la papelera de reciclaje por si acaso te hubieras traspapelado.
Te perdí en el ciberespacio.

lunes, 22 de agosto de 2011

La huella del Ángel


Y aquí está
llegó recién
es mínima
increíblemente bella
pequeñita y frágil
cosita tan tierna que
es imposible no morirse de amor

más dulce que el más dulce de los copos de azúcar
las estrellas del cielo no son así de luminosas
más suave que el capullo de la flor más suave
no hay fragancia de rosas que pueda compararse a su perfume

y aquí está
en mis brazos
sonríe
hace pucheritos
su cuerpecito se mueve al ritmo de su respiración
se despereza
estira sus piecitos y manitos
sueña
y con los ojitos cerrados mueve juguetonamente sus pupilas

entre su porotito hecho nariz
y su boca de fresa
un leve surco vertical
la huella del ángel que la acarició dulcemente
apenas un instante de nacer
sellando la memoria del paraíso dentro de sí
suspira
cada suspiro hace obra en mí 
y me permite intuir el paraíso aquel.

y aquí está

puro amor

(para mi pequeña sobrina Lupe)

viernes, 29 de abril de 2011

El tiempo en Aquilina


La abuela Aquilina vino al mundo un dos de febrero del año 1902 y se despidió de nosotros dos meses antes de cumplir cien años. Fue testigo de casi todo el siglo veinte y del efecto Y2K.
Su vida fue una increíble aventura, no faltaron las dificultades, más bien abundaron. Ante las dificultades se piensa, se siente, se hace. Y Aquilina hacía.
Mis recuerdos construyen repetidamente el camino que hacíamos para visitarla.
Saben a su cocina.
Huelen a su casa de baldosas ocre y negro, de un patio con una higuera que se perdía conmigo en el cielo.
Oyen el sonido del reloj de péndulo que estaba colgado en la pared del comedor.
La vida de Aquilina se balanceaba al ritmo del reloj que acumulaba las horas de toda su vida.
Hora de jugar bajo los castaños en su casa natal. De la desolación. Del abandono. De bajar del monte con las cabras. De huir. De atravesar caminos y mares. Del reencuentro y el abrazo. De calzarse por primera vez y aprender a tender una cama para que otros duerman en ella. Del amor, porque estuvo muy enamorada, me lo dijo en un sueño. De cantar, de reír a carcajadas. De brindar sus manos y ayudar. Del dolor que te arranca el alma. De llorar a sus muertos. De empezar de nuevo.
Los ciclos oscilantes de su reloj le marcaban el paso preciso a sus pequeños pies.
Dicen que, como el reloj de péndulo, todos tenemos engranajes ocultos que intensifican nuestra fuente de energía.
Mi abuela lo sabía.

lunes, 28 de marzo de 2011

Encuentro


El encuentro puede suceder inesperadamente, por una causa tal vez del destino. Él de inmediato tomará sus manos esperando que le hablen. Ella sin dudar pero sumida en una inquietante turbación reposará con timidez sus manos sobre las de él. Y las dejará hablar de cuando fueron alas y tejían sueños, de cuando fueron redes y rescataban pura fantasía de las profundidades del mar. De un tiempo en que fueron caricia, música, color y poesía. Ella extenderá sus manos y él notará, entre otras cosas, lo pequeñas que son para tocar el piano.