miércoles, 1 de abril de 2015

La tapita

(óleo sobre tela, 80x60)

No sé como fue. Los pensamientos vagaban dispersos por interminables laberintos nublados a la conciencia. Una distracción y desapareció de mis manos. Busqué desde abajo. Corrí mesas, sillas y otros muebles pero no estaba. Tampoco en los pisos de las habitaciones contiguas. Limitada a buscar con el golpeteo persistente de los reproches en la cabeza, imaginaba con tormento las consecuencias irreparables de su ausencia sobre esa cosa que todavía guardaba. Dejé las habitaciones y me fui a una tienda. Una juguetería, pienso. Irrumpe un extraño recuerdo, posiblemente trabajé ahí alguna vez. De un recuerdo se salta a otro, de ese a otro más  y de tanto recordar de repente salté al asiento de atrás del taxi llevándome de la facu al departamento de la tía Ida en la calle Independencia. El taxista repite la pregunta “¿trabajás en una juguetería?” y vuelvo a responder con la misma ingenuidad “No ¿por?”. Siempre creí que toda su intención era rematar con el piropo que vino después. Ahora tengo dudas. La tienda ya cerraba y sus empleados se iban. Me acerqué y les dije que necesitaba buscarla allí. La describí como pude, cabe en la palma de mi mano, es redonda, a rosca y azul. Los chicos entraron  y buscaron conmigo, uno de ellos creía haberla visto en alguna parte, tal vez arriba. Ese tiempo de permanencia en la tienda renovó mi esperanza. Finalmente allí estaba, al lado de la caja registradora, en compañía de los amables empleados y sin el objeto perdido. Vuelve el desaliento. De pronto otro salto, una idea vino desde afuera, o vino desde adentro, no lo tengo claro. Lo bueno es que esa idea me hizo vislumbrar la posibilidad del reemplazo y entonces sobrevino el alivio. La mañana siguiente estuvo repleta de cuestionamientos, todos rondando por  la importancia de la tapita original en la vida de uno, por la manera en que pesa su pérdida al punto de anular el sencillo y luminoso acto de pensar algo nuevo, por esa imposibilidad que termina pesando más que la pérdida misma. Presiento que mi tapita original la extravié hace más tiempo del que suponía. Que la pertenencia de esa cosa que guardo se remonta a épocas muy antiguas, desde cuando trabajaba en la juguetería.